“Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos. Pero la Sombra de la Mujer Salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche. Dondequiera que estemos, la Sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas” Clarissa Pinkola Estés.
A menudo veo a la Mujer Salvaje caminando por las calles de México, Barcelona, Canarias. La veo en mis sueños y en los relatos de mis pacientes. Veo cómo todos la miran asombrados cuando expresa sus deseos, exige sus derechos o desparrama su pasión. La siento en mi interior cuando la necesidad de crear me toma desde las entrañas. A veces hablo con ella y escucho su aullido en medio de una playa o en la cima de una montaña. Otras se va sin dejar rastro y sé que la he reprimido, temo que no vuelva ….pero siempre regresa porque aunque se crea que está en peligro de extinción, tengo fe en que detrás de las apariencias, los estereotipos, roles, máscaras, esa fuerza salvaje, esa llama que nos mantiene vivas, lucha por sobrevivir. Es la naturaleza femenina instintiva, el camino hacia un conocimiento profundo de una misma, es el Yo instintivo innato y salvaje.
Hay que estar atentas porque puede presentarse, despertar ante nosotras por medio de una palabra, un deseo, del sonido, de la contemplación de la belleza, a través de la danza o en momentos de cambio, crisis, pérdidas o en una relación amorosa. Reconozco ese sabor salvaje porque mi cuerpo se estremece, la vida brota por cada poro de mi piel, me siento conectada, creadora, intuitiva, bella, salvaje.
En mi experiencia con el Huevo de Obsidiana, fui tomada por este arquetipo varías veces, no fue fácil reconocerla y sentí temor, confusión y necesité una guía. Es muy difícil en nuestros tiempos conectar solas con nuestra sabiduría interior, sobretodo cuando una es joven. Necesitamos maestras, guías, amigas, terapeutas que nos acompañen en el transitar de estos pasajes oscuros, profundos y salvajes.
Encontré que sólo bajando toda esa experiencia al cuerpo es como podía asimilarla. Tuve que darle más espacio a mi interior, escuchar, esperar, a pesar de que la mayoría de las veces me ganaba la impaciencia y la desesperación. A pesar de mis resistencias, poco a poco fui entregándome y confiando, hasta donde pude en ese momento y un día, llegó la creatividad, la claridad, la puesta en marcha de todo eso que se estaba moviendo en mi interior. La naturaleza, mis amigas y la terapia con el huevo de obsidiana fueron mi asidero y recurro a ellas cada vez que necesito escuchar las sabias palabras de la loba salvaje, esa Mujer tan inmensa que no tiene nombre, tan libre que es imposible apropiarse de ella. Solo sé que está en nuestro interior y que valorándola y amándola se quedará cada vez un poquito más.