¿Alguna vez has dejado de hacer algo por miedo a la opinión de los demás?, ¿Necesitas la aprobación externa para sentirte bien?, ¿Tiene más peso lo que los demás opinan o lo que tú sientes y crees respecto a algo?
Generalmente esa aprobación o desaprobación externa no es más que una proyección de nuestros propios juicios, de mensajes y creencias internalizadas que nos dicen que tenemos que ser perfectas. Y que si no lo somos, vamos a hacer el ridículo, no nos van a querer, nos vamos a quedar solas, etc.
Entonces, para no errarle, muchas veces, nos quedamos en segunda fila, protegidas del juicio, de ser imperfectas, escondidas de nosotras mismas, en las sombras.
Las mujeres modernas o contemporáneas estamos sometidas a mucha presión, si eres buena en algo, tienes que demostrarlo y además se espera que seas buena madre, una maravillosa y fiel compañera, que disfrutes de una sexualidad plena, que tengas un cuerpo atlético y sano, que te desarrolles en tu trabajo, etc, etc pero sobretodo, que tus emociones no se desborden, porque la etiqueta de neurótica es muy pesada de sostener y es que tienes que estar al servicio de los demás, cuidar, contener y ser muy amorosa. Tienes que demostrar que te va bien en las redes sociales.
Pero, como todas sabemos, la realidad es otra y continuamente nos suceden cosas que nos recuerdan que no podemos controlarlo todo, porque somos humanas. Estar vivas es un milagro que damos por hecho.
Nuestra Eva actual sigue siendo responsable del pecado y la culpa del mundo y encima debe ser perfecta.
¿Qué pasaría si cambiamos el ser perfecta por ser una misma?
Marta Glez. Mariposa de Obsidiana.