La individuación sólo puede tener lugar si primero regresas al cuerpo, a tu tierra; sólo entonces puede hacerse real…Ella debe volver a la tierra, a su cuerpo, a su individualidad y separación; de otro modo estará en el río de la vida, será todo el río y nada habrá sucedido porque nadie se habrá dado cuenta…La individuación sólo puede ocurrir cuando nos damos cuenta de ella, cuando hay alguien ahí que le presta atención; de otro modo es la eterna melodía del viento en el desierto (Jung).
La individuación según Jung es un proceso terapéutico que lleva a la persona a desarrollar al máximo sus potencialidades, equilibrando las funciones psicológicas y la conciencia y el inconsciente. Individuación es un proceso que lleva a la autorrealización, significa ponernos de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza. Esto implica un desafío al ego, ya que implica salir de la zona de confort y entrar en lo desconocido, en lo no familiar.
Al principio se puede sentir incomodidad y una sensación de pérdida, pero si se encuentra un buen centro de gravedad, se tiene la posibilidad de avanzar y crecer, de otra forma, se corre el riesgo de estancarse.
Muchas nos podemos sentir identificadas con esta sensación, me refiero, a la de incomodidad ante el no control, el no saber, lo no familiar. Es una sensación de mucho movimiento interno y no identificación con lo que está sucediendo afuera. Cuando se está viviendo esta situación, se necesita tiempo para una , para escucharse, observar y poder sostener esta tensión interna entre la confianza y la desconfianza. En estos momentos, el mundo transpersonal e inconsciente se abre y es importante estar atenta a las fantasías, deseos, imágenes, necesidades, emociones. Y como narra Jung es necesario regresar al cuerpo, a la tierra, encontrar calma en la naturaleza, en la introspección.
Ante esta situación es normal sentirse muy perdida y aunque a veces la tempestad llega sin avisar y hay que agarrarse fuerte a ese centro de gravedad, es importante buscar una transformación lo menos descabellada posible, donde no nos perdamos a nosotras mismas y donde las emociones no nos arrastren a los desiertos inhabitables, a la vorágine descontrolada. No entrar en el drama, el sufrimiento, sino, conectar con esa fuerza de vida que fortalece, da calma y seguridad, esa fuerza interna que se agarra a la raíz, habita el cuerpo y mueve el aliento de vida. Esa fuerza que da perspectiva, humildad y gratitud.
En el trabajo con el Huevo de Obsidiana podemos conectar con este proceso, intenso, íntimo y profundo. Me parece importante rescatar el darnos cuenta de lo que está sucediendo, prestarle atención, tener una mirada terapéutica, una mirada sin juicios, abierta, amorosa, para que, como dice Jung, nuestras experiencias no sean la eterna melodía del viento en el desierto.